La IE (Inteligencia Emocional) es la capacidad de entender, sentir, comprender, modificar y controlar el estado de ánimo, no solamente a nivel personal, sino también el de las personas que tenemos a nuestro alrededor. Practicando el Mindfulness podremos adquirir esta habilidad y controlar la gestión de las emociones.
Cuando hay consciencia de lo que hacemos en el momento presente, cuando pensamos y sentimos el ahora durante un determinado tiempo, podemos decir que estamos practicando Mindfulness, estamos meditando.
En los tiempos que corren, nuestra mente tiende a divagar sin rumbo. Saltamos de un pensamiento a otro logrando con ello estados emocionales contradictorios. El Mindfulness nos ayuda a obtener la capacidad de controlar la consciencia y reconocer nuestros sentimientos, cuyo fin es regular nuestro estado emocional. A esta disciplina también se la llama “Atención Focalizada”, ya que se focaliza en lo que pasa dentro de nuestra mente.
¿Qué son las emociones?
Las emociones son las respuestas a los estímulos internos o externos que provocan una reacción fisiológica en nuestro cuerpo. Se adaptan a modo de supervivencia, bien para actuar de una manera u otra, o para huir.
El problema está cuando no somos capaces de sentir las emociones de forma correcta, por lo que la persona no es capaz de controlarlas y asimilarlas. Finalmente se convierte en algo patológico, logrando con ello frustración, angustia, estrés y ansiedad. Sin embargo, hay una base científica que aclara de qué manera percibimos las emociones. Os haré un resumen breve antes de pasar al poder del Mindfulness.
Base científica de las emociones
La amígdala es un elemento principal, aunque mientras ésta habilita las reacciones impulsivas, otra parte en nuestro cerebro crea una reacción más adecuada. El córtex prefrontal se activa cuando se tiene miedo o nos enfadamos, aunque también interviene en el sentimiento para gestionar la situación. En resumen, digamos que la parte prefrontal es como un modulador de respuestas generadas entre la amígdala y otras zonas límbicas con el fin de obtener una respuesta más proporcionada.
Cuando todo este proceso se ve alterado, perdemos el control de nuestras emociones, por lo que debemos aprender a gestionarlo. Ya habréis oído en alguna ocasión que, nuestra mente puede ser destructiva si no la controlamos, y así es.
Todos necesitamos experimentar emociones ya que son muy útiles, y sus funciones nos ayudan a adaptarnos en cualquier circunstancia, socialmente y a nivel motivacional. Sin embargo, es importante mantener una serie de hábitos para mantener cierto equilibrio.
Mindfulness: Técnicas para controlar el estrés y la ansiedad
Las técnicas de relajación sirven para controlar cualquier aspecto negativo, como la ansiedad y el estrés, y son métodos aplicados también en el campo clínico. Éstas técnicas se utilizan cuando los niveles fisiológicos se mantienen activos a un nivel determinado durante un periodo de tiempo prolongado, por lo que causan problemas psicológicos y físicos. Esto incluye también enfermedades graves irreversibles.
Por ejemplo, estar en constante estrés puede provocar un infarto o una úlcera péptica. También problemas digestivos, dolores de cabeza, fatiga, ansiedad, depresión, pérdida del apetito sexual, tensión muscular… Todo esto repercute en nuestra conducta. Nos volvemos más susceptibles, tristes, impacientes, hostiles e incluso agresivos.
Practicando la relajación y la introspección, podemos lograr reducir estas emociones tóxicas y mejorar nuestro estado de salud mental y fisiológico.
¿Cómo y cuándo hacer meditación?
La meditación se puede practicar siempre que lo necesites, cuando quieras y donde quieras. Lo recomendable es estar en un lugar tranquilo y vestir con ropa cómoda. La posición debe ser la más confortable posible. No tienes por qué imitar a nuestro amado Buda si no quieres. Puedes estar tumbado con las piernas ligeramente separadas y los brazos estirados con las palmas hacia arriba. En un sillón ligeramente reclinado, en una silla o sobre un cojín en el suelo. Es importante la comodidad de la postura, ya que debes relajar cualquier parte del cuerpo. Si no estás plenamente confortable y relajado, lo que va a ocurrir es que, no te vas a relajar.
Hay quien prefiere el silencio absoluto a la hora de meditar, mientras que otras personas prefieren sonido de fondo, como el agua, música relajante con sonidos de cuencos tibetanos o de la naturaleza. No importa cuál sea tu preferencia. Una vez encuentres tu postura, inspira y expira profundamente entre 3 y 5 veces. Concéntrate en todas las partes de tu cuerpo, desde la cabeza a los pies. Debes centrarte en el aquí y en el ahora. A esto se le llama atención plena o atención consciente.
La importancia de la respiración profunda
Durante la meditación, probablemente tu mente se disperse en algún momento, cuando te des cuenta, vuelve a inspirar y expirar profundamente 2 o 3 veces. Hazlo siempre que tu mente empiece a vagar o necesites un extra de oxígeno. De lo que se trata es de aprender a controlar tu mente, no ella a ti, pero requiere entrenamiento. Lograr los efectos deseados dependerá de ti y de tu constancia con esta práctica. Es importante que lo tomes como rutina y hacerlo a diario, siempre habrá un hueco, aunque sean 10 minutos.
La respiración profunda ofrece muchos beneficios. Además de incrementar el oxígeno en nuestro organismo, previene el aumento de toxinas en nuestros pulmones. Estimula la creación de endorfinas y la secreción de la glándula pituitaria, que son las que nos ayudarán a desarrollar la concentración, la emoción positiva y aliviar la ansiedad.
Este ejemplo solo es la base de la meditación. Existen muchas formas de practicar el Mindfulness adaptándose a cada necesidad. De ello hablaremos en otro post.